En la trena, en la cárcel, en el talego, o donde no pega nunca el sol. Tú ponle el nombre que te dé la gana, pero en ese antro se encuentra eso que antes llamábamos amor…
Amor con condicional. Después de haber cometido el delito de querer amar a quien ha sido cómplice de ese plan que traza un tal cupido.
Condicional y condiciones, amor que no es más que un conflicto de dos cuerpos en una cama. Con condición y con condón, por supuesto, porque como en todo buen delito es mejor no dejar huella…
Amor de permiso, de esos que se tienen que pedir, suplicar e incluso mendigar. Amores de mercadillo que se subastan al mejor postor o mejor impostor. Eso depende de la capacidad de quien se deja comprar…
Amor de libertad concedida. Nunca otorgada, amor del que empieza con reglas y acaba en los juzgados de la sociedad, la misma que siempre tiene una ley que confirma la regla.
Amores de “y tú más” que no deberían salir de esta sombra en la que se encuentran…
Y al final tú. Detrás de ese cristal te acaba tocando la libertad de decidir, la libertad de pagar la fianza de quien lleva tiempo en la sombra. Volver a confiar en el sistema. En que el amor, a veces y solo a veces, acaba en la cárcel como un inocente que ha sido mal juzgado.
Porque le sobran testigos que testificar a su favor pero nadie ha visto como sucede para contarlo con claridad…
Amores a la sombra, que no son más que el reflejo de lo que puede ser y no es, de lo que pudo ser y no fue.
Si quieres amar sin condiciones, sin permisos, amar en libertad, amar de verdad. Búscate un buen abogado porque el camino está lleno de juicios y batallas que debes ir ganando…