Últimamente tengo el sueño ligero, me desvelo incluso cuando me roza simplemente el aire de la noche. Me cuesta dormir en una cama que parece que ya no es mía. Me sobra espacio, y me faltas tú…
Tengo el sueño ligero desde que aprendí que el único descanso que entiende mi mente es cuando tú latido se confunde con el mío. Cuando tu pecho se funde en el mío y puedo refugiarme en tus brazos.
Cuando nos tocamos el alma sin hablar. En ese momento en el que juntamos los sueños en la misma cama y reventamos las horas con sonrisas. Duermo bien, si, pero solo cuando lo último que ven mis ojos son los tuyos…
Y sino me sigo despertando a media noche cuando no estás, porque mi mente sabe que sigo durmiendo contigo aunque no estés en la misma cama.
Te sigo abrazando a distancia para que cada día sea menos. Me has enseñado a sentir sin tocar y, eso, créeme, solo eres capaz de hacerlo tú. He aprendido a no consultar nada con la almohada porque prefiero susurrarte todo al oído.
[adinserter block=»2″]
Y es que es la única manera en la que entiendo que todo está bien, cuando entre las pesadillas de una mala noche encuentro tu mirada.
Saber que después de un mal día puedo encontrar tus brazos y volver a reiniciar es lo que define para mí la felicidad.
Escuchar tu respiración con la mía. Eso es descansar.
Y es que…
Meterme en la cama sin ti es simplemente dormir.
Contigo es soñar.
Buenas noches.