Me di cuenta de que era la hora de cambiar el rumbo, de tomar otra dirección, pero ni mi interior sabia qué caminos tenia para escoger.
La incertidumbre me perseguía como el conteo regresivo de las palabras. Como el tic tac de un reloj que marcaba la cuenta atrás. Todo debía surgir o solucionarse antes de que esa cuenta atrás llegase a su fin, o eso pensaba yo…
Ni la incertidumbre ni la presión de esa maldita cuenta atrás podrán impedir que siga avanzando, así que es el momento de olvidarme de ese maldito «run run» que no deja de sonar en mi cabeza y dar un pequeño paso para avanzar, siempre y cuando este preparado para no tener que mirar atrás.
Así, y solo así, logramos alcanzar lo que de verdad el alma nos grita… ¿Y si me equivoco?…
Debo pensar que siempre hay tiempo para remediar errores que tenemos la obligación de cometer. Sentir y decidir.
Siempre por ese orden, aunque esto nos lleve alguna que otra vez a tocar el suelo con las manos. Porque caer siempre es y será, sinónimo de seguir queriendo crecer.
[adinserter block=»3″]
Conteo regresivo desde diez, ir bajando poco a poco hasta llegar al final, cada número un momento, un sentimiento de querer romper con lo que ya no nos deja ningún sabor en la boca.
Ganar fuerza con cada resta hasta que llegue el momento de decidir. Respirar hondo, cerrar los ojos y dejar que la respuesta salga sola, que nos la saque el alma porque ya no la puede aguantar más.
Hacer que el reloj deje de sonar y que se vaya la presión por la válvula de escape es lo más fácil pero quizá, tome el camino que tome, esa incertidumbre no dejará de perseguirme nunca…
Esa incertidumbre que me hace comerme la vida.
Y ojalá no se me vaya nunca.