Lo que siempre dejamos dentro. Dolor añejo que no es mas que un lastre más, un peso mas que arrastrar por las calles del silencio. Odio retenido, felicidad engañosa. Mas de un silencio de esos que nos callamos aún reventaría todo un iceberg….
Nos callamos más de los deberíamos y a veces hacer que el volcán se ponga en erupción es ley de vida. Estallar es normal cuando hace tiempo que te come por dentro ese silencio que hace daño. No nos dijimos que esto fuera a ser tan difícil de digerir. Que pasamos de ser, a dejar de serlo todo en menos tiempo que nos duraban las noches en la cama…
Siempre me quedé con las putas ganas de decirte te quiero. Nunca nos lo dijimos. Teníamos miedo de considerarnos algo más que amigos que se juntaban de vez en cuando a cambiar el mundo sin ropa. Que nunca nos dijimos que hay principios que vienen acabando y finales que son interminables. Y tú yo sabemos mucho de hacer que los finales sean eternas torturas mentales…
Y eterno era el sueño que fingíamos tener en común. Soñábamos con futuros lejanos y no nos dijimos nunca que lo más cercano era decirnos adiós para todo un futuro.
Compartíamos una cama que dejo de ser el mejor lugar del mundo donde perderse, para ser solo un colchón más donde follarnos las cosas que no teníamos el valor de discutir. Guión preparado para no ser una historia de final feliz sino mas bien la historia que deja moraleja.
Lo que nunca nos dijimos fue la causa y consecuencia de que hoy no seamos más que la moraleja de este cuento que empezó como «Romeo y Julieta» y acabo estrellándose como el «Titanic».