Para delante como un toro, como si no viera venir la estocada preparada al otro lado de ese vestido rojo. Que llevas tiempo jugando al regate conmigo. Y ya llevo más golpes que en los juegos del hambre. Ya no sé si eso es normal o el anormal soy yo.


Que no se qué me da pero es peor que una droga, me tiene enganchado y no sé si es que yo soy un adicto o es que ella, es mi mejor camello. Que no hay explicación posible a acabar siendo prisionero de sus palabras y adicto a sus mentiras.

Aún sabiendo que me miente sigo queriendo ir hacia delante con un toro, cegado por el reflejo de lo que podría llegar a ser mientras los que han pasado por aquí, esperan detrás de la barrera para sacarme a hombros por la puerta grande, o para llevarme camino de la enfermería porque me ha dejado, como hizo con ellos, tocado o más bien herido…

Hemorragia irreal, porque para ser justo, uno ya sabe dónde se mete a torear antes de recibir ninguna cornada. Que por mucho que lo intente tú eres de agachar la cabeza y embestir cuando sientes que alguien te saca de tu zona de confort. Y tú confort es no sentir nada. No decir nada.

Dejar los te quiero para cuando no tienes que decirlo, cambiar los besos por los excesos y querer tener siempre la sartén por el mango en esto de sentir. Que no es posible. Que uno cuando recibe una buena cornada deja que sea otro el que se mete en el ruedo…

Que hay premios que no merecen tanto la pena. Que por ser guerrero, no hay que querer morir en cada batalla.

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