Y no sé muy bien que es. Pero algo nos puso en el mismo lugar hace tiempo y nos mantiene en contacto por algún motivo. Incluso sin vernos, simplemente nos mantiene la conexión mental que un día tuvimos y aún mantenemos.

Quizás, yo sea el único que entiende tu locura y tú la única que sabe meterse en mi mundo. Mente bipolar que no todo el mundo es capaz de disfrutar…

Pero empecemos por el principio.

Se me dispararon los ojos el día que apareciste por esa puerta. Se paró el tiempo y se me encendieron los fusibles que llevaban mucho tiempo fundidos por algún cortocircuito mental de otras épocas pasadas.

Se me encendió la bombilla de la sonrisa y se me cargaron las pilas de la felicidad. Como dos polos cargados de un magnetismo inexplicable.

Polos opuestos con mucho en común, parece mentira pero no hizo falta fórmulas matemáticas para ver la química, ni juntarnos en una cama, porque esto va mucho más allá…

Diferentes pero no distintos. Tú la noche y yo el día. Tú incapaz de cerrar la boca y yo capaz de no abrirla.

Éramos como dos imanes incapaces de separar, complementos perfectos para lo que tuviera que llegar. Y al final nunca llegó nada.

Tu buscando electricidad en otro lado y yo empatando cables para crear conexiones donde solo saltan un par de chispas.

Que no sé lo que es, de verdad, pero no hay electricista en el mundo que explique porque cada vez que te veo se me eriza la piel y se me electrocuta el corazón.

El único desfibrilador que me cura acaban siendo siempre tus manos…

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