A ti, que hace tiempo que no das señales de vida. Lo único que me diste un día fue dos conversaciones de Whatsapp antes de desaparecer por completo…
Única e irrepetible la noche en la que nos cruzamos cuatro miradas que decían un par de verdades. Las buenas noches que nunca llegaron otras noches se convirtieron esta, en buenos días. Así somos de encontrar cuando dejamos de buscar. Mil noches cruzando miradas desconocidas y llego la tuya que, incluso, me llego a parecerme familiar…
Ojos que no se olvidan, que pasan entre la multitud y la música se pone lenta para no perderte detalle. Lastima que tus ojos en un principio no fuera para mi. Demasiados príncipes en el castillo de la noche para que las ranas tuviésemos un oportunidad. Así es la vida…
Las oportunidades no llegan cuando uno las busca, porque ese día la mía paso delante de mis ojos sin mirarme a la cara ni un segundo. Inmóvil con el corazón a mil besos imaginarios por hora y una sensación que hacía tiempo no tenía.
Las mariposas que se sienten en el estomago, yo las intentaba cazar en el aire, tan difícil como seguir el movimiento de tu cintura en la multitud.
Quieto como el que sabe que ha perdido, sin poder ni siquiera jugar los ases bajo la manga. Estrella. Fugaz. Que no vuelve por muchos deseos que quieras pedir. Pasaste a la velocidad de la luz, encendida por otro foco y dejando una estela que nadie podía seguir….
Lástima que a veces el error no esté en los ojos de quien no te ve, sino en los propios que miran. Error, en este caso mio, de mirar a quien ya hace siglos que paso de largo y aparta la mirada. Y es que en ese medio juego masoquista en el que uno se cree vencedor, algún día estoy seguro que he perdido otros ojos que me podrían a ver cambiado la vida.
Estoy seguro.
Muchas veces el problema está en mis propios ojos, que no saben elegir cuando dejan de mirar y empezar a ver…