Amores que surgen en un sofá y no en una cama, te suena raro, pero no estoy loco, es una irrealidad. Lo real hoy es completamente lo contrario.
Mirar a los ojos a quien te esta hablado no es lo mismo que mirar la pantalla de algo que tienes que leer, descifrar e intentar entender entre una mierda de emoticonos.
Realidad de sentarse juntos y no cada uno en su sofá. No es lo mismo un “ya hablamos” que un “ya te escribo”. Chester in love. Amores que empiezan con una conversación que sabes dónde empieza, pero nunca donde acabará.
Conversaciones de miradas, eso que se está perdiendo como la arena que va sobrando en la playa de nunca jamás. Y nunca jamás podremos entender una mirada, porque hace tiempo que no somos capaces ni de mentirnos a la cara.
Hemos olvidado la satisfacción de provocar una sonrisa en la boca. Hemos olvidado esa maldita risa nerviosa en los silencios incómodos. Nos hemos olvidado de mirar para solo ver…
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Chester in love. Amores de verdad. De los que duele admitir. De los que lleva tiempo olvidar. De los que te hacen dejar el móvil en un rincón y no pensar en nada más que detener el tiempo.
Love, que ya no es amor sino postureo emocional de una generación que olvida que el sofá lleva a la cama y no la cama al sofá. Amor que ya no queda en ningún sofá de ninguna casa porque ese ya solo se usa para ver la televisión y hacerse un par de selfies de media noche para aparentar lo que no es.
Amores que ya no se follan en el sofá porque tiene las manos demasiado ocupadas en compartir estados que hablan de aprovechar el tiempo.
Contradicciones de la vida.
Gastar el tiempo en lo que no debes. Chester in love. Amores de sofá. De los que siempre se quedan. Los que siempre llegan a tiempo. De los que te comes con la mirada. De los que te dan vida sin tocarte. Sentarse y disfrutar…
«Chester in love. No es amor, es un estilo de vida.»