Creo que ya he mendigado tanto cariño que he pasado a ser un mendigo del amor. El mismo mendigo que de vez en cuando te saca de pobre a golpe de sonrisa. Sorpresas que te da la vida, que el más pobre sea el más valioso para tu boca.
Pero da igual, tu tienes otras metas para ocupar tu cama…
Lo peor es que además de mendigo sigo siendo hamster en tú rueda, en la que me sigo subiendo cada vez que me alcanzan las pocas ganas que van quedando de seguir girando sin ningún sentido.
Tú me pones el señuelo delante y yo no soy capaz de ver que no es más que el mismo truco que inventas cada vez que la vida te da la espalda.
Te acuestas mejor sabiendo que yo sigo metido en la misma rueda que hace años creaste únicamente para mi. Me pusiste casa demasiado pronto para después arrepentirte demasiado rápido…
Que hace tiempo que me he dado cuenta, quizás no tan rápido como debería, de que era un adicto de ti. Pero como todo adicto, uno no reconoce cuando es mejor dejarlo. Era un adicto sin control, que se conformaba con cualquier destello de quien siempre traficaba con mi felicidad.
Me la regalabas a pequeñas dosis quizás por miedo a volverme dependiente de los besos que me dabas.
Que fuimos dos inconscientes jugando con una droga tan dura como quererse a ratos. Que a veces nos daba el mono y nos dábamos un atracón de besos en la boca y revolcones en la cama, y otras veces nos dejábamos pasar para intentar dejar de ser unos drogodependientes del amor barato y las caricias fingidas…
Demasiadas resacas en las que nos dijimos te quiero y demasiados te quiero que no eran más que la última raya antes de asumir el problema.
Que ni tú me querías a mí ni yo te quería a ti.
Que eramos dos yonkis del amor que no sabían lo que era amar…
Y al final la rueda dejó de girar para conocer un mundo nuevo…