Deja abierto, sin cerrar, sin miedo. Con la confianza, seguridad y libertad que te otorga el poder hacerlo así.
Coge la llave y mándala lo más lejos que puedas, porque tener la llave a mano para cerrar no te hace más fuerte sino mucho más débil de lo que crees…
No obligues a nadie a quedarse cuando no quiere, no obligues a nadie a elegir entre la libertad y su libertad.
La misma que un día te dará las opciones de dejarlo todo, o de irte a por todo. Abierta y siempre con la misma premisa.
Quien quiera irse, que se vaya. Porque nadie es irreemplazable, salvo tú… YO. Palabra que un día empezarás a tomar como protagonista.
Y no por ser egoísta sino por saber que a la vida además de sacarte el jugo, hay que marcarle un rumbo.
Rumbo, que no es lo mismo dirección. La dirección la vas tomando sin que te des cuenta, y el rumbo, simplemente es todo eso que pasa según vas diciendo sí o no.
El poder de la decisión…
Decidir, que a veces es mejor no cerrar la puerta a quien tiene ganas de marchar. Decidir, que es mejor dejar marchar, que dejar que alguien se vaya marchitando a tu lado.
Que la mejor manera de quedarse es tener la libertad de marcharse cuando quieras. No hay más…
Con la puerta abierta nadie se va. Nadie, que tenga las ganas de quedarse. Que no se considere irreemplazable.
Nadie, que seguro que ha tenido la oportunidad de largarse en los peores días. Y al final ha decidido seguir detrás de una puerta que siempre está abierta.
Unos vienen, otros se van así de simple…
Aporta, o aparta. Pero no te quedes en la puerta a mirar cómo pasa la vida. O entras o sales, o vienes o vas.