Guardias. Horas que parecen días cuando la fatiga mental ya ni es capaz de seguir las manijas del reloj. Horas de pensar mucho más allá de esas cuatro paredes que se vienen encima por momentos.

Demasiado tiempo, demasiados recuerdos de una mente castigada sin motivo. Auto castigo emocional de quién siempre tiene una sonrisa para los demás. Carácter difícil detrás de esa bata blanca, pero nadie dijo que lo bueno tenía que ser fácil..

Ojos que son, más bien, armas arrojadizas a las tres de la mañana para quien sabe leer entre líneas. Yo, aún recuerdo esos ojos en días de felicidad. Risas que superaban la quinta sinfonía de Beethoven, que más que risa era la expresión de la felicidad máxima.

Eran y son, que nadie te ha cambiado la sonrisa sino que simplemente le has dado un tono diferente. Distintos tonos de un sonrisa que me sigue pareciendo igual de bonita incluso cuando suena en silencio. Que la intensidad no cambia nunca la calidad.

Silencios de miles de noches en vela manteniéndose en guardia, cuando la tuya ya había acabado hace horas. Pasaste de trabajar de guardia a estar en ella, y dejaste que se te fuera la esencia de quién sonríe con los ojos y besa con la mirada.

Duró poco, lo necesario para volver a brillar. Lo Justo para no entender nada más que la única opción es seguir en pie con la sonrisa puesta. Aprendizaje fácil para una mente hábil…

Se fue lo que no te dejaba dormir y hoy las guardias ya te saben a otra cosa. Nadie dijo que fuera fácil, pero hoy esa bata blanca sabe que vivir en guardia toda la vida no merece la pena. Que es un paso más a la felicidad, apostar por ti…

Y si tienes dudas, márcame otra vez, no soy el 112 pero siempre estaré al otro lado cuando decidas llamar. Inevitable, tal vez…

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