Inconscientemente nos cambia. Dejas de hacer lo que quieres por hacer lo que debes. Lo difícil es elegir el momento en el debes dejar el dolor para que empiece a doler.

Madurar es soltar lastre y probablemente es la hora de quitar el ancla y navegar a la deriva…

Porque todo deriva de los mismo. Tú y yo o yo y tú, y hacernos daño una y otra vez. Tú pensando en un final y yo pensando en qué existió un buen principio.

Las cosas podrían ser mejor si pudiésemos retroceder y así, como el que ve un oasis en el desierto, me voy muriendo de sed con la esperanza de poder encontrar el genio de la lámpara que sea capaz de concederme esos putos tres deseos…

El dolor nos cambia y quizás el deseo también y por eso ya, quizás no te pida en ninguno de esos tres que el genio un día me tendrá que conceder por la insistencia de buscarle. Que ya no eres un deseo sino más bien un desecho.

Algo que hay que cambiar para que el dolor deje provocarme la sensación de que aún existe llama.

Pero tu ya has encontrado otro bombero que controle los fuegos. Que lástima, porque lo mejor que teníamos era encendernos como dos pirómanos en esa cama que ya conocía la verdad antes que yo…

Y que pena. Que el dolor me acabe jodiendo en un futuro con quien no debería. Y que pena que nos obliguemos a no sentir nada para encontrar la felicidad. Pena que hoy ya no tengo porque el dolor te cambia y lo que no te mata no te hace más fuerte pero si más inteligente…

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