Para todos. En especial a los que no se quisieron ir. Aunque en realidad no se han ido nunca, porque no hay día que no les recordemos más de alguna vez. Que uno aprende a sobrevivir en el dolor y le acaba ganando el pulso a la vida.
Hablamos de PPM, pulsaciones por minuto o, en este caso, más bien, personas que permanecen en la memoria. Así voy yo, a 190 recuerdos por minuto de los que me sacan la sonrisa en los días que no veo luz, donde el corazón me late más lento desde entonces, pero eso no quiere decir que la intensidad de cada imagen no sea la misma.
Me acostumbré a no recoger fotos, sino más a bien a dejar recuerdos en la memoria de otros. Dejar recuerdos es más importante, dejar huella como lo hiciste tú, es imperdonable. Hacernos creer en la felicidad, para que un día venga la mala suerte a llevársela de la mano.
Felicidad y suerte, que mala combinación que una dependa de la otra. Que la felicidad no es suerte, es más bien sentarse todos juntos a la mesa. Y es que nos complicamos demasiado. Cuando todo el mundo está, no nos regalamos las mismas palabras.
Nos hemos vuelto tan injustos que los mejores versos se los dedicamos a los que ya no están. Que somos así de imbéciles. De intolerantes de querer. De pensar que no hace falta decir lo que va por dentro porque «ya se sabe». Que error tan grande no saber distinguir que lo importante es decir hoy y no añorar mañana…
Que no os corten nunca las ganas. Las de dar un beso más porque no es ningún pecado. Las de decir te quiero más de una vez porque no es delito. Si te apetece dilo y no lo dejes para mañana, que hay oportunidades que no vuelven. A veces uno quiere recuperar el tiempo cuando no tiene con quién..
Que la vida no es mañana. Es hoy. Vivir y sentir. Dos verbos que conjugan vidas. No lo olvides.