Como si se tratase de una carrera de 100 metros valla, saltas la primera y dos pasos más allá te encuentras con la segunda, pies arriba, cabeza alta, coges el impulso necesario y… Al suelo…

Al suelo, porque esto es así, porque de piedras o vallas va esto que llaman vida, de querer saltar lo que no puedes evitar, de querer evitar en lo que se tiene que caer.

Entrénate, prepárate para lo que quieras, pero tragarse un par de vallas al final sigue siendo el camino a la felicidad.

Quien nunca se ha caído es porque quizás nunca lo ha intentado lo suficiente. Porque caerse es ley de vida.

Y la verdad es que hay piedras en el camino que merecen la pena, llámalo casualidad o llámalo suerte, pero a veces uno se encuentra con la piedra adecuada en el momento preciso. El don de la suerte.

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Casualidades que uno no se espera porque nunca se había parado a buscarlas.

Tropezar con la verdad en el camino de la mentira. Porque hay piedras que parecen lo que no son, duras por fuera, blandas por dentro, y cuando uno tiene tiempo para ver…

Acaba distinguiendo lo que es encontrarse una piedra en el camino de que te den una pedrada por el camino.

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