Pobres aquellos que sólo estén preparados para sus propias batallas, para únicamente enfrentarse en batallas sin sentido por su propio ego.
Pobres, aquellos que creen que pueden elegir eternamente las batallas a las que acudir. Que llevan años dejando que sean los demás quien se pongan en primera fila a recibir los golpes. Que aún no saben lo qué es una victoria después de estar tirado en el campo de batalla…
Uno no escoge las batallas en las que luchar, a veces, simplemente, la vida te mete en guerras que no tenías pensado. Te mete en batallas de las que no sabes como salir, y es cuando toca armarse hasta los dientes y empezar a sudar.
Tenlo claro, porque acaba llegando, más temprano que tarde. Luchas que te dejan sin aire, que te dan golpes que no sabes por donde encajar. Luchar y seguir, no existe otra opción aunque te dejen con medio cuerpo en el suelo…
Pobres, los necios que creyéndose caballeros crean que las princesas no saben luchar. Pobres, de los que se creen que una cuchillada es más poderosa que un corazón a punto de estallar, pobres de los que usan los besos para hacer sangre y no para curar heridas.
Los que se mueren de miedo de querer, de sentir y se creen los héroes de sus batallas de medianoche. Pobres, de los que sigan pensando que las luchas en solitario tienen más valor que conjurarse bajo la misma espada, con el mismo objetivo.
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Pobres, aquellos que no sepan identificar la complicidad de unos ojos que matarían por ti. Pobres, aquellos que no hayan aprendido lo importante de cuidar a quien muchas veces te hace de escudo de la vida. A quien se mete en las guerras sin pensar, simplemente para que tengas con quien contar. Para librarte más de una estocada de muerte y para, por qué no, ponerle esa pausa estratégica que acaba ganando más de una guerra.
Sería un idiota si no quisiera tener la guerrera que tengo a mi lado para pegarme con la vida. Que nunca seré mejor caballero que cogiendo su mano en las peores escenas, en los momentos más jodidos y luchando sus guerras como si fueran mías.
Que las guerras no se escogen, pero si se puede escoger quien quieres tener a tu lado todo lo que dure esta batalla que llaman vida. Suerte los que, como yo, caminan al lado de una guerrera que no necesita ser princesa de nada para que ser la reina, abriéndose paso por la vida mano a mano, siempre juntos.
Para que cuando todo acabe crucemos las miradas y, sin aliento, sucios y ensangrentados esbocemos una sonrisa diciendo: ¡Menuda Batalla!
Que vengan las guerras que quieran mientras siga sabiendo que eres tú quien me cubre mis espaldas.