Derbi de altura, de los que hacen época en el tartiere, el templo, que hace años que no es un simple estadio.

Retoma la sensación del año pasado de acoger lo que para nosotros es el mejor partido de la liga. Huele a derbi desde el final de los 90 minutos del domingo pasado.Se respira fútbol por las calles…

Oviedistas vestidos ya con la sangre azul en el pecho, en espera de dejarse la garganta desde la mañana a la noche. Hinchas de los de verdad, los que dejan a un lado lo que no tiene que ver con el fútbol.

Los que sienten que no es partido más, pero lo llevan con elegancia. Los que asumen la rivalidad pero no acaban con el espectáculo. Días previos, cánticos al eterno rival para aumentar las ganas y la rivalidad sana…

Qué importante distinguir quién es oviedista de verdad de quien se sube al carro desde que sale por la tele.

Partido para que disfruten lo que son del Real Oviedo de verdad, que estuvieron años pelándose de frío en campos de Tercera, dejándose medio sueldo en seguir a su equipo en campos de segunda b y sufriendo fases de ascenso con el corazón en la mano.

Los mismos, que hoy tienen el premio de disfrutar de su equipo en Segunda División. Los demás, que en las mal dadas salen por la puerta de atrás, como dijo (mal dicho como siempre que habla) Maradona en su día; Que la chupen, que la sigan chupando…

No es un sábado de fútbol cualquiera, que son más de tres puntos, juegan 11 pero con al menos 20000 gargantas en la espalda. Es un derbi, no vale simplemente jugar, hay que ganar o morir en el intento…

Un derbi no se juega. Se gana.

Bienvenidos al infierno azul.

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